sábado, 19 de julio de 2014

| sangre de duende |



Con el colega uruguayo Ramiro Sanchiz un día pensamos en formar un dúo tributo a los Doors que versionara temas como When The Music’s Over únicamente con dos guitarras criollas. Todos los arreglos serían trasladados a este formato y tocaríamos en lugares de mala muerte, como corresponde a este primer simulacro. Si bien Los Puertos —tal fue el nombre que surgió— no se ha presentado nunca en vivo al día de hoy, en nuestras cabezas es algo que ya existe desde el 2012. Un dúo que lleva dos años de vida musical, aún si solamente una vez ensayamos una canción a la pasada. No importa: tenemos completamente definida la lista de temas, y sabemos que algún día sonará en alguna parte. Mientras, es todavía algo así como ficción, una ficción que siempre está a punto de invadir la realidad.

A la vez, con un puñado de amigos escritores que también hacen música, siempre hablamos de armar una banda para tocar en determinados eventos. Incluso, durante la previa a los penales entre Argentina y Holanda alguien propuso el nombre: Sangre de Duende.

Debería ser una banda cuya formación respete el presente puro. Tocamos en tal lado, tal fecha, ¿quiénes están disponibles? ¿Falta el batero? Vamos en formato acústico, no pasa nada. ¿Falta la guitarra líder? Le exigimos más al saxo. En cada fecha se podría ver una iteración diferente de la banda. Yo mismo me veo pasando al bajo o a los teclados de tanto en tanto.

Pero si cada presentación implica la idea de que uno, o varios miembros pueden faltar, ¿cuál es el mínimo necesario para que la banda retenga su identidad? ¿Dos miembros? ¿Uno? Tal vez ninguno. Sangre de Duende debería tener muy claro que es un grupo formado por escritores, y así, lo mejor que podría pasar es que una noche nos juntemos los seis miembros estables y vayamos a un evento donde toca Sangre de Duende. Pagar una entrada a precio under para ver el simulacro y ser público únicamente. Y pasar así toda la velada aplaudiendo a esos amables impostores.


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