miércoles, 21 de mayo de 2014

| categóricamente cierto |



Conocí a una mujer que sabía siempre dos cosas más que yo. Su sonrisa, lúcida y radiante, me embriagaba de referencias que sonaban majestuosas, quizá indecentes. Una tarde, muchas tardes, me explicó mis propias ideas y entendí con sencillez lo que siempre me había parecido indescifrable. Estas palabras no le hacen justicia. Si yo pudiera definirla en apenas unos párrafos, uno de los dos sería un mediocre. 

De alguna manera, todo lo que había escrito hasta entonces había sido la prolongación del deseo de tocarla, y desde entonces no escribo más que por la nostalgia de haberla tenido. Todas las palabras, aquellas y las que vendrán, son apenas una reverencia, algo que no fue verdad ayer ni lo será mañana, pero es categóricamente cierto en este instante. 

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